La exposición analiza los nuevos métodos de relación de una sociedad contemporánea que sitúa al objeto como centro de su vida social y como medio y fin de su existencia desplazando al ser humano a una posición secundaria. Las escalas, formas y tamaños configuran posiciones de dominación entre lo inerte y lo vivo.
El objeto es el resultado físico e inmediato de las relaciones mercantiles entre hombres y mujeres, convirtiéndose en regulador y dictador de sus nuevas interacciones sociales gracias a la consolidación del sistema capitalista dirigido por las élites económicas.
Al invertir los papeles, ser humano y objeto, la libertad es ahora esclavitud. De este modo, las distintas figuras de los cuadros se desplazan por el lienzo con la “libertad” que el objeto regulador le permite.
Ya escribió Guy Debord en La Sociedad del Espectáculo que: “…las distintas formas de alienación combaten bajo la máscara de la elección total, debido a que se erigen sobre la ocultación de las contradicciones reales. (…) solo se trata de la imagen de una unificación feliz, rodeada de desolación y espanto, en el tranquilo centro de la desgracia.”
En cuadros como el bañista o retrato se da un paso más, el propio individuo se vuelve objeto mediante el proceso denominado reificación. Es entonces cuando las propiedades inherentes a su condición humana desaparecen para ser substituidas por las leyes del mercado: “…al desplazarse hacia el espectáculo como modelo de identificación, el individuo ha renunciado a toda cualidad autónoma para identificarse con la ley general de la obediencia al curso establecido de las cosas en cuánto tal.”
La libertad de las figuras es un “horror vacui” dictado por el tamaño del lienzo y por el objeto que las aúna.